Informe dominguero, 30 de diciembre



Desde tres semanas, se observa un nivel de violencia institucional inédito, sin duda mayor que el que se desplegó en el mayo 68. Aunque en realidad la violencia policial en Francia es constante, sino que suele dirigirse a las poblaciones racializadas provenientes de las ex-colonias que están segregadas en barrios pobres (la función de la policía –y del conjunto de las infraestructuras de transporte- es precisamente que no salgan de esos barrios). Lo nuevo es que esa violencia se dirija ahora en contra de la población que es el sostén principal y la base social del régimen, es decir la que se representa como blanca de clase media, que pueden identificarse al pueblo de Asterix (este famoso comic surge al principio de los años 60, como alegoría de un pueblo irreductible, refractario a los imperios que dominan el mundo; aunque peleen internamente todo el tiempo están todxs unidos en contra del invasor –a imagen y semejanza de un país co-dirigido por De Gaulle y el Partido Comunista francés-; muy significativamente este símbolo máximo de “lo francés” es la obra de Uderzo nacido italiano y de Goscinny un judío criado en Buenos Aires). Es así que las BAC (“Brigadas Anti-Criminalidad”) habitualmente usadas como tropas de ocupación y disciplinamiento en los barrios populares son ahora mandadas a pegar Galos Fluorescentes en los centros de las ciudades.
Para la desgracia del gobierno, varios casos judiciales concomitantes muestran en toda su crudeza una “justicia” a la vez de clase y de persecución política. En el mismo tiempo, se ven varia/os manifestantes recibir penas de prisión inmediatas de hasta dos años y quedar impunes casos de escándalos mayores.
El caso de Carlos Ghosn es divertido: un mes atrás el CEO de Nissan-Renault ha sido arrestado por fraudes fiscales en Japón, lo que recordó a la población francesa dos cosas. 1. Que un criminal fiscal jamás termina en prisión en Francia (a pesar de que sus crímenes rompan muchísimos más infraestructuras publicas que cualquier manifestante enojado). Además los editorialistas franceses se indignaron de que pongan en prisión a un oligarca, hasta escribieron textos liricos sobre lo insalubre de las prisiones japonesas, cuando Francia es condenada cada año por el estado calamitoso de sus prisiones (salvo la parte reservada a los VIP); no se les escucho indignarse de la misma manera por manifestantes políticos que van a pasar meses amontonados en compañía de ratas y cucarachas. 2. Que esos criminales ganan en un año mucho más de lo que un trabajador puede llegar a ganar en toda su vida (en realidad en un siglo). 


El otro caso molesto para el gobierno es la Segunda Temporada del Benalla Gate. Alexandre Benalla era parte del staff de seguridad de Macron desde antes que asumiera de presidente. Una vez en el palacio presidencial (el Eliseo se llama… en Francia, los poderosos no temen igualarse a dioses, no sorprende que Macron se crea nada menos que Júpiter –no invento nada- y a nadie se le ocurrió encerrarlo en un manicomio), una vez en el Eliseo decía, Benalla adquiero un lugar ambiguo, entre jefe de seguridad y asesor presidencial. El 1ero de mayo, en vez de disfrutar la vacación, se ha ido a la manifestación de lxs trabajadores, haciéndose pasar por un simple agente de policía (en los videos se lo confundió con los otros agentes, ya que pegaba a la gente arbitrariamente como cualquier policía). Eso provocó un escandalo durante el verano (norteño, en julio-agosto) cuando periodistas se preguntaron porque un cercano del presidente iba a golpear opositores políticos en la calle. Macron (perdón, Júpiter) respondió al Benalla Gate con una frase en su estilo fanfarrón: “¡que vengan a buscarme!” Ahora que decenas de miles de Gilets Jaunes lo vienen a buscar abandonó su jactancia y se dice muy apenado por “la mujer sola, con hijos, y que trabaja, a la que no le alcanza el salario, y no tiene esperanza” (se dijo mucho del aporte de su esposa Brigitte Macron como profesora de teatro pero la (sobre)actuación del alumno es de pésima calidad). Benalla volvió a ocupar las primeras planas esta semana por detener aún pasaportes diplomáticos (con los que va hacer negocios turbios de “seguridad” en Africa), de manera que los franceses pudieron ver que romper un vidrio en una manifestación es inmediatamente y severamente castigado pero rige la impunidad para los esbirros del presidente.



Nadie puede creer en esta justicia. De manera que después de la casta política y de la propaganda televisiva, ahora también se descree masivamente en el sistema judicial. ¿qué queda a las instituciones? La policía. Eso ha sido explícitamente reconocido por Macron, quien anunció una suba de salario únicamente a los policías, anunciando así que todos los demás funcionarios no merecen nada, no le sirven para nada (mensaje oído por hospitalarios, profesores, y demás). ¿Cualquier parecido con Argentina es pura casualidad?

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