La perfidia del virus es nuestra aliada
Se
escucha que el virus es igualitario, ya que se ataca a todas las clases
sociales, por un lado y, por el otro, que la pandemia es reveladora de todas
las desigualdades. No creo que había necesidad de tal revelador para ver lo
obvio pero admitamos que la pandemia prohíba la ceguera social, incluso la de los dominantes que jamás se interesan en quienes dominan, salvo bajo el
prisma de la delincuencia, ya que esa es una potencial (no tan real) amenaza a su
tranquilidad.
Y es
bajo esta misma mirada egoísta que los dominantes entienden la relación entre
pobreza y pandemia. De repente, la pobreza se vuelve un problema concreto para
ellos (o por lo menos quienes de ellos tengan dos dedos de frente, cosa que no es
muy extendido): los pobres serán un cultivo de virus mientras estén viviendo
sin infraestructuras que les den espacio y condiciones mínimas de salubridad. Y,
por lo tanto, los pobres serán una amenaza permanente de que vuelva siempre el
virus, concretamente a través de la mucama y los delivery.
Ese
tipo de “consciencia social” de los poderosos es una constante de la historia
social de las epidemias. Primero tienden a huir de la ciudad, movimiento que se
observó mundialmente esas ultimas semanas pero que se puede registrar también
en el tiempo desde por lo menos la edad-media. En segundo tiempo, buscan solución
para que la ciudad no sea un foco permanente de enfermedad, eso es muy obvio
recién en el siglo XIX (cuando la relación entre higiene y contaminación pasa
de un conocimiento empírico a un saber científico del cual surgen varias practicas
cotidianas de contención).
El
peligro es que los ricos lleguen a la conclusión de que haya que “mejorar” sus
fronteras, imaginando dispositivos aún más drásticos de alejamiento social (por
ejemplo controles sanitarios para sus empleados en las puertas de sus countrys)
En este sentido, la perfidia del corona-virus es un aliado para prohibirles
este tipo de solución, ya que al esconder sus síntomas durante varios días
vuelve muy difícil la eficiencia de tales dispositivos. Y, aunque no sea una revolución
a las alturas de las circunstancias (que no son solo pandémicas sino también
ambientales y civilizacionales), podemos imaginar que van invertir en pequeñas mejoras
sanitarias para todxs con el objetivo de que el mundo sea habitable para ellos.
En todo caso, tácticamente, nos conviene apuntar al máximo a esa perfidia de
nuestro aliado social Covid-19 para obtener redistribución de riquezas. Obvio, ese
objetivo acotado no es para olvidarse del otro, más fundamental, de reventarles
para lograr un mundo no solo biológicamente sobre-vivible sino humanamente
vivible.
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