Informe Dominguero, 23 de diciembre


Medios dominantes y dirigentes políticos del gobierno y de la derecha oficial han manipulado explícitamente el sentimiento ambivalente de una gran parte de la población con la policía, que se odia a la vez que se aplaude frente a otros peligros. Esos políticos aprovecharon el atentado en Estrasburgo la semana pasada, para llamar a que no se manifieste, ya que seria “irresponsable” darle más trabajo a fuerzas del orden que se enfrentan al terrorismo, incluso han dicho que si el atentado ha sido posible es a causa de las manifestaciones que movilizaron todas las fuerzas policiales (dando cabida al asesino). Esa manipulación emocional del atentado, seguida de represión institucional, había sido inaugurada tras el atentado de noviembre 2015, cuando el gobierno usó el “estado de emergencia” para prohibir una manifestación ecológica (eso ha sido explícitamente reconocido por el entonces presidente Hollande. 

Esas ultimas semanas han sido el teatro de un despliegue de violencia represiva nunca vista en Francia desde la guerra de Argelia (1954-1962). Esa violencia ha sido tan física (estrictamente policial) como simbólica (a través de discursos mediáticos y manipulación de información y difusión de fake news).

La represión jurídica-policial es espectacular y es a la vez un buen índice de una situación excepcional, ya que se sabe que es cuando los aparatos represivos enfrentan verdaderas crisis que inventan o aplican nuevas técnicas de aplastamiento. En este sentido quizás lo más espectacular sea paradójicamente lo menos visible: lo nuevo no es tanto los disparos de bombas antidisturbios y balas de gomas a nivel nunca antes visto que la aplicación de nuevas normas jurídicas. Se elogia a menudo la creatividad de los Chalecos por sus formas de protesta, se podría hacer lo mismo de los fiscales que, día a día, extienden el campo de lo ilegal al punto de que ya no queda un solo objeto de la vida cotidiana que no entra en la categoría de “armas por destinación”.

Las manifestaciones “autorizadas” están cercadas de varios cordones policiales, que funcionan como chekpoints en los cuales los manifestantes están revisados corporalmente y se les quita todo los objetos que podrían ser usados ilícitamente. Lo que mejor ilustra esa posible extensión indefinida de lo “ilícito” es un video en el que se ve un chico a quien los policías les quito los guantes que pregunta “¿por qué me quitas los guantes?” repuesta: “porque los podes usar para manipular una arma”, “y entonces ¿por qué no me quitas el calzoncillo, que lo podría usar de honda?”.
Policías, fiscales y jueces convocan esa noción jurídica del “arma por destinación” que abarca todo objeto no por su función inicial sino por sus usos posibles [la ley francesa define el arma como “cualquier objeto concebido para matar o herir” pero agrega también “cualquier otro objeto” que sea “destinado” por la persona que lo lleva “a matar, herir o amenazar”. Es decir que la ley afirma que la intención de quien detiene el objeto transforma este objeto en una arma. ¿Y quien decide de esa intención? El policía, el fiscal y el juez… 







Con esas definiciones se entiende que el gobierno tenga miedo, ya que esta rodeado de 60 millones de personas violentas y armadas.

Los medios dominantes, por su parte, abandonaron cualquier veleidad en parecer mínimamente creíble, convergiéndose en instrumentos de pura propaganda gubernamental. El fenómeno es espectacular, por ejemplo se ve un video (en Facebook) en el cual un policía saca su pistola apuntando a manifestantes pero en la radio publica se escucha que hubo un policía agredido (para comentar la misma escena).

Otro canal publico se dedica directamente a borrar con photoshop mensajes hostiles al presidente (la foto original decía “Macron Ándate” en la de la televisión solo queda “Macron”…). Los diques (nunca muy herméticos) entre la información y la propaganda han saltado por completo. Ya van más de tres semanas en las que los periodistas repiten que el “movimiento se esta agotando” y comunicando los números del gobierno en cuanto a personas manifestando, aunque cualquier foto desmienta inmediatamente esas cifras imaginarias (hoy, dice que hubo 800 personas en toda Paris cuando se ve varios miles en la sola avenida Champs Elysées, más fundamentalmente es imposible de bloquear este país con 300 000 personas, por lo que la movilización alcanzó mínimamente el doble, y más probable un millón de personas en las semanas pasadas –sin hablar de un apoyo estimado al entre 70 y 80% de la población –por encuestadoras todas más o menos favorables a Macron. Eso es lo que llaman agotamiento del movimiento.

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