Marzo no acaba

Después de un muy largo invierno, Francia conoce una inesperada primavera que remueve todo su escenario político. Poco o nada se le entiende enfocándose en un solo aspecto del levantamiento popular ya que este es el resultado de varios fenómenos que se juntan en una sola lucha con varios frentes. Los dos principales son la lucha en contra de la “Ley del Trabajo” que básicamente pretende acabar con el derecho laboral ya que considera los “acuerdos” dentro de la empresa legalmente superiores a las normas nacionales (dando un poder descomunal al jefe de la empresa frente a empleados debilitados por la alta tasa de desempleo); por otro lado, miles de personas se juntaron en las plazas, fenómeno que se inició con la asamblea de la Place de la République en Paris.

La asamblea popular (“Nuit Debout”- Noche De Pie) ha sido impulsada por un pequeño grupo de personas provenientes de horizontes bastantes disímiles que se vieron rápidamente sumergidas por algo de mucho más alcance que lo esperado. Esa historia empieza con una película, Merci Patron !, al estilo de Michael Moore, realizada por el periodista François Ruffin[1]. El documental cuenta la lucha de unos empleados despedidos por la multinacional de la industria del Lujo, LVMH, que pertenece al multimillonario Bernard Arnault. A pesar de que en un principio pocas salas aceptaron proyectar la película y que no se benefició de una campaña comercial, ha sido inmediatamente un éxito de taquilla (más 220 000 espectadores). Aparte del contenido de la peli (que no vi), este éxito se explica por el interés que suscitaron las claras intenciones de boicot de los grandes medios arrodillados (un programa de la principal radio privada había invitado al director pero tuvo que anularlo por presión de la dirección, eso provocó un inesperado buzz del que François Ruffin supo sacar todo el provecho).

Foto de Alhil Villalba y Jean Segura

Sin embargo, además de este buzz, le peli también contó con una buena critica y el apoyo decidido de Frédéric Lordon quién la elogió en Le Monde Diplomatique (veo que hay una traducción). Es a raíz de una proyección que Ruffin y Lordon se reunieron con un grupito de militantes de varias organizaciones políticas y asociativas con los que decidieron llamar a reunirse en la Plaza.

Sin duda, Lordon [2] es también un personaje clave del movimiento asambleario francés, de hecho ha sido el primero en hablar durante la abertura de la Nuit Debout inicial del 31 de marzo. Sin abandonar su muy peculiar manera de hablar de intelectual de alta cuna (un sorprendente manierismo que nunca cae en la afectación o lo contrario) hizo un discurso delante de cienes de personas que, después, formaron la primera asamblea. Aunque la asamblea se convirtió muy rápidamente en un espacio de liberación de la palabra sin jerarquía, Lordon interviene de vez en cuando, atento a que no se quede estancado únicamente en eso: una reunión de palabra sin otro fin que hablar. Por eso, él recuerda que si bien los asamblearios buscan a largo plazo una vía alterna al capitalismo –su propuesta es escribir una “Constitución social”-, también necesitan en lo inmediato seguir participando a la lucha contra la “Ley de Trabajo” y ganar esta batalla.

Es que, aunque distinta, la primera convocatoria a la Nuit Debout tiene mucho que ver con la protesta en contra de este proyecto de ley, pues aparece como un llamado en ocupar la plaza en vez de volver a casa después del día de movilización. A su vez esa movilización era convocada por actores más tradicionales, esencialmente sindicatos de trabajadores y estudiantes. Pero hace tiempo que los sindicatos fueron sobrepasados por sus bases y los muchos más “auto convocados”.

Más sorprendente aún son los estudiantes de segundarias que muestran una determinación no vista desde muchas décadas (quizás habría que remontar a nada menos que el 68). Los periodistas arrodillados acostumbrados en dividir a los manifestantes entre “violentos” y “pacíficos” –y literalmente exigiendo de sus entrevistados que condenen a los primero- se encuentran frente a jóvenes que responden que la única violencia que condenan es la de la policía. El grado de violencia de la policía y la actitud combativa de quienes se la enfrenta son signos inequívocos de un hartazgo poco previsible por los medios arrodillados que quisieron creer en el amor de la población hacia la policía después de que esa haya sido aclamada durante el desfile que siguió los atentados en contra de Charly Hebdo y el supermercado Kósher el año pasado. “Tout le monde déteste la police!” es el eslogan más cantado en Paris actualmente y no deja ningún espacio a duda por más arrodillados sean los medios que tratan de mitigar este odio. Cuando todos los estudiantes de un liceo van a destrozar una comisaría en venganza de los golpes que recibió uno de los suyos, claramente dicen que no van dejarse intimidar.

Foto de Alhil Villalba y Jean Segura

Parte de esa juventud De Pie se reconoce en una organización muy informal, las MILI (Movimiento Inter Luchas Independiente) que se inspira en el no-programa y la actitud ofensiva del Comité Invisible. Este es otro signo de la politización de buena parte de la sociedad que parecía hundida en el supuesto fin de las ideologías del neoliberalismo: a pesar de la increíble campaña política y mediática para hacer pasar al Comité Invisible por unos peligrosos terroristas[3], sus tesis ganaron una gran legitimidad tanto por su número de lectores como en los ámbitos académicos –por ejemplo, A Nuestros Amigos [4] es discutido por el historiador Patrick Boucheron del muy prestigioso Collège de France-. También allí, la operación de intimidación no prosperó.

A pesar de todas esas buenas noticias de un pueblo que se hartó de vivir arrodillado, tanto el movimiento de las plazas como la lucha en contra de la “Ley del Trabajo” se encuentran frente a problemas que muy bien podrían arrasarlos. Es poco probable que el gobierno dé marcha atrás con su ley antisocial, pues sabe que perdería la muy escasa credibilidad que le queda. El gobierno estará dispuesto a todas las maniobras y todas las violencias ya que se juega se propia supervivencia: en caso de que pierda (también) esta batalla, le quedaría a Hollande un año de presidencia impotente y la casi imposibilidad de presentarse en las próximas elecciones (2017). Es toda la estrategia de la muy derechista derecha del Partido Socialista que quedaría desacreditada, de manera que el Premier Manuel Valls también tendría que ir a bailar vals por otros lares. Hollande, Valls... estamos hablando de gente muy ambiciosa y dispuesta a cualquier cosa para quedarse en el poder. Y si la ley pasa a pesar de la movilización, el desencanto del movimiento puede ser muy brutal.

El movimiento de las plazas, por su parte, tiene muy varios e imprevisibles rumbos por delante. Pero sus principales referencias, el 15M español y el Occupy Wall Street, ofrecen a los asambleístas franceses dos alternativas de las que muchos quieren escapar. Por un lado, siguiendo a Frederic Lordon, están los que quieren evitar a toda costa la constitución de un partido tipo Podemos español o Siriza griego. Por más simpatía que les tenga, Lordon analizó antes que sucederá el inexorable fracaso al que llevaría Siriza o su primo español (en síntesis, explicó tempranamente que si no estaban dispuestos a salir de la moneda única europea, esos partidos se condenaban a la impotencia frente a los guardianes del orden neoliberal en Europa que son Alemania y Francia). El otro peligro que se teme es el de una asamblea que no deje de hablar por hablar, que se vuelva otro movimiento que se ha enamorado de sí mismo (para retomar el título de un articulo de Thomas Frank sobre Occupy Wall Street).

Entre esos dos escollos existen una infinidad de posibilidades por explorar. Y sea cual sea el resultado –si de un resultado se trata- lo seguro es que la NuitDebout ofrece una bocanada de aire fresco en un país sofocado por una extrema derecha que, desde hace más de 20 años, se presenta como la única alternativa al neoliberalismo. Además, sea cual fuere el resultado, dentro de diez años el orden establecido tendrá que lidiar con una generación que se formó en su contra. Mientras tanto, marzo no acaba: es este quizás el signo más manifiesto de que algo está sucediendo, desde el 31 de marzo los asambleístas franceses siguen en un alargado mes de marzo, en rebeldía en contra el de abril. Eso recuerda a los communards quienes en 1871 empezaron por disparar en contra de los relojes, para acabar con el tiempo de la burguesía.


[1] François Ruffin es sobre todo conocido como periodista del programa de radio Là-bas si j’y suis dirigido por Daniel Mermet. Este programa de reportajes era emblemático de las diversas voces de las izquierdas, ya que eran invitados muchos intelectuales de las varias tendencias que no encontraban su lugar en el resto de los medios mainstream o arrodillados. Era emitido por France Inter, el principal canal de la radio pública –muy escuchado- todos los días de lunes a viernes por la tarde desde 1989. Cuando llegó Sarkozy al poder en el 2007 se temió verlo desaparecer pero, a pesar de muchos ataques, sobrevivió gracias a su muy alta audiencia. Poco después que llegara Hollande a la presidencia, lo echaron del canal público y ahora sobrevive a duras penas en internet http://la-bas.org/.


[2] Este economista es uno de los escasos intelectuales interesantes que surgieron en el desierto de ideas que se ha vuelto Francia desde hace unos 20 años. Investigador del CNRS (equivalente del CONICET) y especialista en flujos financieros, ha sido uno de los muy pocos en prever la crisis financiera del 2008 y, sobre todo, rompió con esa idea de que “es demasiado complicado” para que los no-especialistas podamos entender algo cuando un banco desvalija un país. A pesar de que los suplementos culturales porteños publiquen con gusto cualquier pavada que salga en París antes de la producción intelectual argentina o latinoamericana, no registraron a Lordon. Eso no es casual pues, a parte de que pocos medios dominantes se aguanten lo que dice Lordon, él hace también una critica radical de los medios y, consecuentemente, los rehúye casi siempre. Es decir, más precisamente, acepta hablar en un medio únicamente si este acepta el formato que él impone (por ejemplo, rehúsa cualquier programa donde lo van a interrumpir cada dos minutos, obligándolo a dejarle el tiempo de explicar lo que él tiene que decir). Así se entiende que esté tan poco mediatizado en Francia y, por consecuencia, no registrado por los medios argentinos.

[3] El primer libro del Comité Invisible, La insurrección que viene, ha sido presentado por el Ministerio del Interior como un manual insurreccional de una supuesta “ultra-izquierda anarco-autonomista” (categoría solo conocida por la entonces ministra del Interior) y sus sospechosos de autoría fueron encarcelados en el 2008. Un texto de Giorgio Agamben de entonces explica el caso. 

[4] Editado en Argentina por la editorial amiga Hekht


Jérémy Rubenstein, Buenos Aires, 46 de marzo del 2016.



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