En contra de la estrategia del shock, la convergencia de las luchas
Hay una clase social concientizada, solidaria e internacionalista y esa es la oligarquía. “ Por supuesto que hay una lucha de clase y la mía la ha ganado” decía el multimillonario Warren Buffet, lo que no decía es como. Por un lado es la única clase que conoce un alto grado de cohesión interna, lo que le permite, por el otro, aplicar eficientes estrategias para someter a todos los demás.
En una obra que me parecía
discutible cuando salió casi diez años atrás, y que hoy me parece totalmente
acertada, Naomi Klein expone la estrategia : cualquier desastre sea natural,
político o económico, es el territorio y el tiempo propicio para una nueva
ofensiva del capitalismo.
El terremoto que acaba de
arrastrar con gran parte de la costa en Ecuador es, por ejemplo, el
terreno de una puja entre capitales estadounidenses y chinos que quieren
invertir en la "reconstrucción" (es decir, en la construcción de sus infraestructuras no las de antes del desastre). No ha pasado una semana desde la catástrofe pero
ellos ya piensan en sus réditos futuros y en la posibilidad de reestructurar
toda la costa que aún pertenecía por buena parte a sus habitantes. Para el
capital –y en eso, no cambia casi nada que sea chino o estadounidense-, es el
buen momento de echar a la población e imponerle unas construcciones que sirvan
sus empresas, sean de turismo o de pescadería intensiva. Y tienen razón, es
buen momento: se buscan los cadáveres, se los lloran, las casas están
destrozadas, miles de habitantes no tienen agua, ni hablar de luz.
Este es el terreno propicio para
una ofensiva capitalista. Es lo que nos explicó Naomi Klein en el 2007, y el
año siguiente la crisis financiera comprobó todas y cada una de sus tesis a
escala mundial, con la aberración extra de que sea el mismo mundo financiero que
provocó una crisis que, lejos de perjudicarlo, le permitió una nueva expansión.
Ahí con la estrategia. ¿Pero
como pueden esos llegar a ser tan organizados como para estar ya listos, con
una repuesta de urgencia en la mano, cuando aparece cualquier desastre por más
inesperado que sea este? ¿ Es un complot ?
Existen complots, siempre hay
gente y grupos complotando. Se “salva” la
república romana con un complot y posterior asesinato de Julio Cesar, se derrocan gobiernos populares con militares,
parlamentarios o jueces. Quien diga que no existen complots es un necio. Cuando
nos dicen que no hubo ningún complot el 11 de septiembre es absurdo. Lo que
pasa es que el de 1973 (Chile) sabemos quienes lo instigaron y lo realizaron,
mientras que el de 2001 quedan dudas. Pero cuando dos aviones se estrellan sobre
las torres en una acción concertada, hay un complot previo. La duda es quien lo
instigó (personalmente creo, hasta prueba de lo contrario, que es un grupo
político llamado Al Qaeda liderado por un heredero de la multimillonaria
familia saudita Bin Laden –es decir un niño, quizás rebelde o quizás no tanto,
de la oligarquía-).
Pero en el caso que nos ocupa
(la dominación del mundo), no hay necesidad de complot y si los hay son micro-fenómenos
de trascendencia muy limitada. La verdadera fuerza de la oligarquía no reside
en ningún complot sino en su alto grado de cohesión y solidaridad interna. Los
sociólogos Monique y Michel Pinçon-Charlot pasaron toda sus carreras observando
a los multimillonarios en sus lugares de sociabilidad (casas, escuelas, clubs, festivales,
etc.). Los resultados de sus investigaciones muestran que los ricos se conocen los
unos a los otros, se preocupan los unos por los otros, son solidarios. Y saben
lo que quieren: no cambiar nada.
Ayer, los organizadores
iniciales (de los que hablamos aquí y aquí) de la Nuit Debout (la asamblea
popular de la Place de la République en París) hicieron un nuevo llamado para
que la asamblea no quede estancada en el puro gusto de hablar por hablar. Con
la misma idea de la convergencia de las luchas con la cual iniciaron el movimiento,
llamaron a que la asamblea se une a los sindicatos. Es probable que no estén
muy escuchados (el odio hacia las dirigencias sindicales es tan fuerte que
incluso los sindicalistas de base provocan a menudo mucha desconfianza en buena
parte de la población y con más razón en las izquierdas no-organizadas).
A mi tampoco me seduce mucho la
idea de que este movimiento de replanteo del conjunto se junte con sindicatos
(por ser dirigidos por sus dirigentes) que siempre buscan “volver a la normal”.
Pero si es el precio a pagar para intentar alcanzar tanta solidaridad interna
como la de los ricos, entonces si. Pues si los trabajadores sindicalizados, los
barrios populares y las clases medias precarizadas se juntan, entonces los
ricos tendrán, por fin, miedo.
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