Los tiempos de un orden nuevo
Borrar el pasado y cuentas
nuevas es una tentación bastante común que acompaña los más entusiastas de los
victoriosos en sus primer tiempo al poder. Comunistas y nazis del siglo XX
pensaron borrar siglos de historia para forjar hombres nuevos, unos sobre la
igualdad social y la uniformidad de la humanidad, los otros sobre la
desigualdad de las razas y el exterminio de algunas; los dos queriendo acabar
con las tarras humanas borrando sus herencias. Lejos de escapar a esa tentación
ideológica extremista, el capitalismo es íntimamente ligado a la idea de la
destrucción del pasado como primicia de un futuro feliz escrito sobre una hoja
blanca. El pasado es considerado como un lastre que entorpece el camino, por lo
que mejor borrarlo.
Buen ejemplo de esa fantasía
ideológica es el editorial de Alfredo Leuco en Clarín, “Nuevas organizaciones para los nuevos tiempos” que a pesar
de su llamado a lo “nuevo” recurre a un sinnúmero de viejos reflejos muy
comunes en la derecha tradicional.
En Francia existe un debate sobre
el nombre que debería tener el actual Partido Socialista con, entre otros, el
primer ministro Manuel Valls quien quisiera cambiarlo por un nombre más acorde con
las políticas neoliberales que este partido promueve cada vez que esta en el
poder. Esta propuesta encuentra una fuerte resistencia interna ya que sigue
habiendo militantes de izquierda en el PS que cambio una sola vez de nombre (ha
sido fundado en 1905 con el peso decisivo de Jean Jaurès como SFIO –Seccion
Francesa de la Internacional Obrera- y cambiado en 1971 en PS bajo el liderazgo
del recién afiliado François Mitterand). En comparación, en tan solo 30 años el
partido que se reclama de la herencia de De Gaulle tuvo tres nombres RPR, UMP y
ahora PR.
Atrás de esa actitud que no
parece tener mucho significativo, entre cambiar de nombre o no, se encuentra
una relación con el pasado muy distinta. Para un militante socialista francés, es
preferible hacer la autocritica por la indignante actitud ultra-colonialista de
su partido durante la guerra de Argelia que borrar un siglo de luchas sociales.
No es casual que sea Valls, probablemente el dirigente más derechista del PS
quien quiera cambiar de nombre. Pues, al igual que sus colegas de los partidos
claramente de derecha, considera la historia del partido como un lastre. El
partido es tan solo una herramienta electoral, sirve para las próximas
elecciones y no para hacer interminables balances históricos con el fin de encontrar alguna coherencia con el
presente y conectarlo con el futuro.
Acá tampoco ninguna necesidad
para la derecha de reivindicar una difunta UCeDé (tampoco es casual que Alvaro
Alsogaray haya fundado nada menos que tres partidos durante su carrera), se
funda el PRO y mañana otra cosa según necesidad electoral del momento.
Es en esta herencia o costumbre
de derecha que se puede entender el llamado de Leuco a crear nueva estructuras vacías
que se llenaría de “derechos humanos” para los “tiempos nuevos”. Para él, los
organismos existentes tuvieron una función útil a un momento dado y ahora son cargados de un pasado que seria mejor eliminar
para empezar con cuentas nuevas. Pero los reproches del editorialista hacia los
organismos tampoco son nada nuevos. Tanto los militares de la dictadura como Alfonsín
consideraron que los derechos humanos no deberían “politizarse”. ¿Pero que
serian derechos no politizados? Todos los derechos, “humanos” o del simple
código, y el Derecho son políticos. Plantear un derecho no político es un sin
sentido, lisa y llanamente absurdo. De manera que esa queja en realidad no es
por la “politización” sino por una politización de la otra vereda.
Históricamente, los organismos
de derechos humanos en Argentina fueron cerca de las izquierdas. No porque hubieran
hecho planteos especialmente de izquierda, sino porque los partidos de
izquierda son los primeros que se acercaron a ellos. El fenómeno era descripto por
un periodista del Buenos Aires Herald que
no se puede tachar de izquierdista ya en el 84, cuando las Madres protestaban en contra de la política de Alfonsín : “Pero si
las Madres están rodeadas por izquierdistas, muchos de los cuales, aunque no
todos, sostienen ideas totalitarias, es porque nuevamente los representantes de
la mayoría les están dando la espalda.”(The
Buenos Aires Herald, editorial “Escalofriante”, 26 de diciembre de 1984). Por
otro lado –y no es un detalle-, la asociación de Madres de Plaza de Mayo nunca
se considero como un organismo de derechos humanos y se posicionó claramente en
una perspectiva de izquierda revolucionaria a partir de 1986. Es una de las
razones por la cual surge la escisión Línea-Fundadora.
Con lo que venimos diciendo,
entendemos que el proyecto real de Leuco no es fundar organismos de derechos
humanos apolíticos sino de derecha. Y en la configuración actual esos serian
los acompañantes y/o interlocutores legítimos de la derecha al poder. Entonces
las preguntas son ¿qué serian esos organismos? ¿a que serian habilitados a
denunciar? ¿cuáles serian sus mensajes? Teniendo en cuanta que derechos humanos
de derecha son históricamente un oxímoron en Argentina, es decir que no tienen
ninguna tradición –al no ser organizaciones de ultra-derecha tipo FAMUS
(Familiares y Amigos de Muertos por la Subversión)-, el planteo de Leuco nos
obliga a ir a buscar referentes internacionales. El problema es que tampoco en
las ONG internacionales u organismos de otros países se encuentran muchos
referentes presentables como referencias de derecha luchando para los derechos
humanos, a no ser ONGs defendiendo el medioambiente y/o los animales como WWF
que, por ejemplo, en España tenia como presidente de honor nada menos que el exquisito
cazador de elefante, Don Juan Carlos. Y es precisamente eso a lo que nos invita
Leuco, a remplazar organismos que durante los últimos 40 años lucharon para visibilizar
socialmente crímenes institucionales por organismos filantrópicos que ayuden a
los millonarios a divertirse con buena conciencia.
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