Gramsci en bikini


Unos días atrás, unas mujeres han sido multadas en unas playas por agentes municipales de ciudades balnearias francesas. ¿El motivo? Sus trajes de baño eran demasiados largos, no se les veía las piernas ni el pelo.


Cualquier que lea una información tan aberrante piensa que es un fake o que se les zafos los tornillos al alcalde de tal municipio. La información es cierta y es probable que los alcaldes que han decretado la interdicción del “Burkini” se hayan vuelto locos o derivaron tan al extremo de la derecha que la racionalidad no les alcance más. Y quizás la información sea tan ridícula que no necesita más que una carcajada sin ningún comentario. Pero yo soy a favor de tratar de entender las lógicas con las cuales se instala la extrema derecha en Francia y quizás en toda Europa.

Es que por más estúpida que sea, existe una lógica que lleva a este absurdo. Recordemos que todo eso no es nuevo: son 25 años de “debate sobre el velo” en Francia, de manera que ahora la discusión no es prohibir o no el velo sino cuales de ellos; el que tapa la cara es totalmente prohibido; el que tapa solo el pelo es prohibido en la escuela y quizás se lo prohíba en la universidad, etc., y ahora viene el “velo playero” (o Burkini como lo llaman). Y a cada nueva polémica mediática, vienen los editorialistas para explicar que “eso” no es compatible con la laicidad, la manera de vivir de los franceses, que es un ataque a la cultura nacional, a la libertad de las mujeres (bien machos, los editorialistas van a liberarlas de su opresión, allons-z-enfants-de-la patrie…).

Cuando esos editorialistas y políticos dicen que un velo ataca la cultura francesa quieren decir que atrás del velo se esconden los yihadistas: a través de este signo distintivo imponen al conjunto de la sociedad francesa su manera de ver el mundo y de vivir. Es ahí la lógica con la cual se manejan y que explica que en vez de temer al ridículo se atacan fogosamente a esos pobres pedazos de tela con toda la soberbia de un capitán del glorioso Ejército Colonial de anteaño. Esa lógica no es solo ridícula es también peligrosa: si se supone que atrás del velo hay un tipo con una ametralladora entonces se entiende que un yihadista se esconde en todo musulmán. Lo que es precisamente lo que quiere una organización como ISIS: hacer creer que representa el conjunto del Islam a pesar de ser una corriente ultra minoritaria de este.



Un Gramsci paranoico recorre las playas francesas, fantaseado por los guardianes de la Cultura Francesa que instalan así la tan absurda y peligrosa tesis del “choque de las civilizaciones” a la que adhieren también los yihadistas que tienen como objetivo el ataque al conjunto de los musulmanes por parte de los “blancos” y obligarles así a refugiarse en el fundamentalismo armado. Es así que los mejores aliados del ISIS son todos esos que alimentan la histeria anti-velo.

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