Maldita pareja sin genero
El drama se desarrolla en un
pequeño país de la vieja Europa. En realidad no importa cual es el lugar sino
para explicar los exóticos nombres y apellidos de tinte aristocrático de los
protagonistas –eso sí de una aristocracia bastante decaída después de varias
revoluciones, es decir, los protagonistas tienen apellidos de alta cuna pero no
tienen un mango-. Se llaman A, B y C. A y B se conocen desde la infancia y
tienen un relación de hermandad, mientras que B y C se conocen desde poco y
tienen una relación de amantes.
Sin sorpresa, A y C se
enamoran, repitiendo aquel vaudeville bíblico. Dada esa situación, según las
épocas, A o B tiene que morir mientras que C acaba en el convento o en el
prostíbulo; puede que uno, dos o los tres se suiciden; también que dos maten al
tercero, o uno a los dos otros; y, muchas veces, aparece un cuarto (el Juez)
que manda los que quedan vivos a la potencia. Pero en nuestra época las cosas
son menos trágicas, así que A y C van a vivir juntos, mientras que B encuentra
un personaje secundario y sale del drama.
Quedan A y C en un
apartamentito de un barrio periférico (y sí, también las pequeñas ciudades de
la vieja Europa tienen suburbios) y viven su gran amor. Es decir, van
trabajando cuando encuentran trabajo, hacen la vajilla cuando tienen de comer y
follan cuando tienen ganas de follar, o sea cada vez menos.
Después de algunos años de
esa vida común, llegan, cada uno por su lado, a la conclusión que quizás el
amor que sentían ya no lo sienten. Lo que les trae a otra conclusión: bien
podrían dejar de vivir juntos. Pero, en vez de separarse, encuentran amantes
fuera de la pareja. A pesar de esa solución cómoda, cada uno por su lado se
pregunta porque siguen en el mismo piso, viendo la misma cara antes querida y
hoy inoportuna.
A llega a pensar que una
separación con C seria una injuria a B. Sí B, la persona que tan poco le
importó durante tantos años, es la causa sagrada que une a la pareja, pues A
piensa que no puede separarse de C porque seria traicionar a B una segunda vez.
O, mejor dicho, no puede aceptar haber perdido su amistad de toda la vida por
una historia que no seria para toda la vida. De manera que le toca quedar toda
la vida con C quién, por su lado, piensa más o menos lo mismo que A –sino que
no conoce a B de toda la vida, pero piensa que hubiera podido amar a B toda la
vida, de manera que su traición es igual de comprometedora que la de A con B-.
Ahí están en el pequeño
apartamento, conviviendo como dos extraños, sin odiarse, pero sí molestándose
día a día, amargándose. Es cuando reaparece B, quién pensó que ya era tiempo de
volver a ver sus antiguas amistades traicioneras por las cuales no guarda
ningún rencor, pues los días y semanas de dolor dieron paso a meses y años de
amores múltiples y placenteros.
La presencia de B en el
apartamento es muy molesta. No porque estuvieran incómodos con B, todo lo
contrario, A volvió a sentir el calor de la amistad desde mucho años olvidada,
y C se emocionó con las aventuras contadas con mucha gracia por B. No, la
incomodidad proviene de la obligación de mostrarse cómo una pareja feliz,
obligándose a tocarse para que B no dude que la traición de la que fue victima
no ha sido vana.
Después de cenar, A limpia
la vajilla en la estrecha cocina donde comieron, y C, cumpliendo con su rol en
la comedia de la pareja feliz, le viene a dar un beso en el cuello. Pero A se
sobresalta y el cuchillo que tenia en la mano se va a plantar en el cuello de
B. Brota la sangre en un interminable chorro. A y C miran sin moverse. Pues,
después de la sorpresa que les inmovilizo un instante, pensaron, cada uno por
su lado y sin decir una sola palabra, que ahí tenían a la persona responsable
de sus desgracias sufridas durante tantos años. A y C siguieron mirando a B
desangrarse, como si su sangre les lavara del malestar impregnado en sus vidas,
y se alegraron cuando oyeron el ultimo suspiro. El día siguiente y durante toda
la semana, comieron el cadáver de B, y volvieron a follar con ganas. Y, algunos
meses después, pudieron separarse felices.
Johan Sébastien
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